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domingo, 23 de febrero de 2020

Mis Crónicas de Madrid. Parte II

"Mi Encuentro con una Gitana"

Un jueves en la mañana, acudí al Mercado de las Maravillas -para un venezolano realmente lo es- me acababa de sacar la sangre y la bioanalista me indicó que debía desayunar bien; por supuesto, en mi mente de gordo pensé que unas empanadas y unos tequeñitos eran el mejor reconstituyente y claro pasó lo que tenía que pasar, después de 2 empanadas de pollo, 3 tequeños, 1 café con leche grande (con Splenda obvio), salsa tátara, guacamole, picante y 3 vasos de agua: Me dió fatiga y ganas de morir.



Salí mareado con el remordimiento propio de los obesos y me senté en una banca que está frente a una iglesia a 1 cuadra del mercado, no pasaron 2 minutos cuando me abordó una mujer treintona con mucho rimel y delineador en los ojos, tez morena clara y un hablar cantaito (como decimos en Maracaibo) que no entendía muy bien y me dijo:
Gitana: Ten esta ramita de romero guapo, pa'que os sintaís mejor, mirá que soy gitana y vidente y yo se lo os pasa.
Yo: Mi linda no tengo cobres.
Gitana: Pero es que os he pedío na, toma y me pagaís con tu alegría.
Yo: Hay mija ando mamando creo que tengo 1 euro.
Gitana: Que no ha pasao nada, dámelo que eso me sirve y me pagaís con tu alegría, a ver dame la mano.

Yo como buen venezolano desconfío hasta de mi sombra, pero esa mañana la gitana me agarró con la guardia abajo y como un regüevón le extendí la mano.

Gitana: "Por ti, por tu casa, por lo que espera, vuela satanás, yo digo lo que veo...". La verdad es que la mujer dijo cualquier cantidad de guevonadas mientras me pasaba la ramita de romero por la mano, lo cierto es que yo solo escuchaba en mi mente la canción de la Billo's Caracas Boys "...y verá como regresa manso como un corderito...".


Después del ritual de 2 minutos me pidió que apretara la ramita de romero con la mano, la guardara en mi cartera por 3 días y luego debía quemarla con una vela blanca y enseguida me leyó la mano, la caraja hablaba rapidísimo y con un cantaíto que no entendí, le dí las gracias y terminó diciéndome:

Gitana: Ahora me pagaís con vuestra alegría.
Yo: Gracias mi linda.
Gitana: Si, pero pagadme con vuestra alegría.
Yo: Te juro que estoy más contento quel' coño mija, pero soltame la manguita que me estiraís el sueter.
Gitana: Es que no ne habeís entendío, son 10 euros.
Yo: A la vergaaaaaa, mija yo ando mamando y loco.
Gitana: Que yo soy vidente y los tenéis en la billetera.
Yo: Verga vidente no véis también la tarjeta del BOD y la del Mercantil, no cargo ni medio.
Gitana: Vamos entonces al cajero y me pagaís.
Yo: Ar coño un secuestro express, no mija que cajero e' la verga mamita.
Gitana: Entonces en tu casa debeís tener la alegría, no quereís estar atada conmigo.
Yo: Pa' mi casa???, será pal' hotel loca er coño yo no vivo aquí, yo soy turista.
Gitana: Es que no quereís una mardicion.
Yo: Mardición es que se te vaya la luz, el agua, la señal del celular y el internet al mismo tiempo y de esa verga y andar sin cobres si se yo.
Gitana: %$#@&*€÷♧¥♤₩☆□•°》

La verdad es que en ese momento tuve una epifanía y comprendí que los gitanos eran los maracuchos de España, me dijo más de 1.000 groserías en menos de 1 minuto, la mayoría no las entendí, pero le agradezco las 2 nuevas que si entendí y que ahora enriquecen mi vocabulario: "A tomar por culo" y "XXXXXXXXXXX" (Impublicable).

Gracias mi bella gitana (casi paisana) y como dice la cancion de Willy Chirinos: "Y si en la calle Serra te la encuentras dile que le dedico este son...".

domingo, 16 de febrero de 2020

Crónicas de Madrid, Parte I "La Historia de Gregorio y Grete Samsa"

El Metro de Madrid es algo espectacular, limpio, ordenado, llega a todas partes, existe mucho urbanismo y la mayoría de la gente observa un grado bastante alto de civilidad.


Las personas se apartan de las puertas para dejar bajar a quienes vienen en los vagones (viene a mi mente la Estación Plaza Sucre en Caracas cada vez que el tren se retrasa), la gente no empuja tanto como me imaginaba y hasta tienen Bibliometro, si, así como leen, una biblioteca para los usuarios del Metro.

No es perfecto, a veces hay carteristas; de vez en cuando huele a mierda; se monta gente que pide dinero; otras veces hay una escaramuza verbal, pero casi nunca pasa a más, no son frecuentes las coñazas en el metro.

Mi hijo me advirtió el primer día que fuimos en Metro que debía subir las escaleras mecánicas y andar en las caminadoras por el lado derecho, pues del lado izquierdo transitaba la gente que estaba apurada y que si entorpecía el paso existía una norma social -no escrita- que autorizaba al (la) apurado (a) a apartarme de un empujón. Es precisamente este úlimo punto el que me llama poderosamente la atención.


Existen en el mundo subterráneo del Metro lo que he llamado los "runners" los hay de la tercera edad, adolescentes, embarazadas, infantes, negros, rojos, blancos, catires, cojos, altos, gordos y toda una variedad de seres que cuando cruzan la "Boca de Metro" -como le llaman aqui en Madrid- se transforman por completo, existe una metamorfosis instantánea, cualquier viejecilla con paraguas o bastón emprende la carrera apenas entra al Metro, todos los runners ponen cara de angustia y con los ojos saltones corren escaleras abajo o arriba, empujan a todo aquel que se atreva a circular por la izquierda o a interponerse entre su camino y el andén, gritan, jadean, dicen groserías, tumban bolsas y nunca miran atrás. Lo mejor de todo esto es que 3 minutos después cuando llego al andén los veo allí tranquilitos, calmados esperando el vagón del metro, sin esquizofrenia, sin vaivenes nerviosos, sin nada, sin más, como si estuvieran allí hace una hora, se montan tranquilos al vagón, pero cuando se abren las puertas comienza nuevamente la metamorfosis, estalla una conmoción similar a la que se produce al encender la luz en una cocina llena de cucarachas; esta vez no los vuelvo a ver, se pierden por la calle, al llegar a la acera se transmutan nuevamente dejando atrás la narrativa kafkiana.

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